Cuando nos ponemos a distribuir la planta de una vivienda, la primera duda que nos asalta es si pensar antes en la forma o en la función.
Nuestra mentalidad “moderna”, forjada por la cultura del
siglo XX nos lleva por lo general a ocuparnos antes de la función que de la
forma, pero durante siglos, o casi se podría decir, durante toda la historia de
la arquitectura, ha sido justamente al revés.
Mirad por ejemplo la planta de esta casa pompeyana, lo poco
que nos importan las funciones en ella.
Lo importante es la claridad y belleza de los espacios,
porque si los espacios aparecen bien compuestos y proporcionados, resulta que a
la larga son mucho más versátiles y útiles.
Aunque la atención a la forma y a la función ha de ir en
paralelo, en este primer ejercicio de diseño de una planta yo os invito a
pensar más en la forma que en la función, más en las proporciones de cada
habitación, las proporciones de cada habitación en relación con la puerta y las
ventanas, o las proporciones de las habitaciones entre sí, que en el uso
específico de cada una de ellas.
Cuesta un poco abstraerse de las funciones domésticas a la
hora de hacer la distribución de una vivienda, por eso lo mejor es hacerlo
cuanto antes. En el primer ejercicio de curso.
En la jerga del diseño, a eso se le llama “autonomía de la
forma”, un concepto algo arcaico y olvidado que nosotros, sin embargo, vamos a
trabajar desde el principio.
Mirad esta otra planta de una casa del siglo XIX, -cuán
interesante es y qué distinta a todo lo que solemos ver-, en la que sólo se
dibujan las paredes y las molduras de los techos.