Dos o tres cosas me interesa contar aquí sobre Filipo Brunelleschi (1377 - 1430) para que no las olvidéis. La primera es que con Brunelleschi se acaba el periodo de incertidumbre sobre la autoría de los grandes (y pequeños) proyectos de arquitectura que veíamos en la Edad Media. En la Historia de la Arquitectura del Renacimiento que empieza justamente con la obra de Brunelleschi, cuenta Leonardo Benévolo el famoso episodio del despido de los gremios de la obra de la cúpula de la catedral de Florencia por discutir sus órdenes, una anécdota que nos sirve para marcar un hito en la historia: la de la aparición del artista individual.
Esa grandiosa cúpula que emerge por encima del caserío de toda Florencia ya no será sólo la expresión del Dios católico al que se consagra la catedral. De ahora en adelante, la historia también glorificará al nombre del artista que haya sido capaz de crear y dirigir una cosa así.
La segunda cosa que podemos extraer del libro de Benévolo es que la obra por la que empieza a contar las aportaciones de Brunelleschi a la historia de la arquitectura no es otra que una pequeña sacristía de la iglesia de San Lorenzo, una obra que cualquiera que la vea dirá que es más una obra de DECORACION que de ARQUITECTURA.
Esto es muy importante para nosotros, los decoradores, tan estigmatizados como estamos por la arquitectura desde que los arquitectos nos lanzaron el anatema de que el ornamento era delito y que la arquitectura podría ser más pura y bella si prescindía de todo el aparato decorativo y se expresaba tan solo con las formas de sus volúmenes blancos o con las texturas de sus materiales. Sin el aparato decorativo clásico, recuperado de la antigüedad por Brunelleschi, la sacristía de la iglesia de San Lorenzo en Florencia sería poco menos que un desproporcionado cajón blanco con cúpula más otra cajita más pequeña y algo más baja para el altar. Probad a imaginarlo sin sus columnas y molduras.
Quizás en esta imagen del interior de la iglesia del Santo Espíritu que construiría después a la otra orilla del río, entenderemos mejor la continuidad entre el organismo arquitectónico de las columnas de la nave y el aparato decorativo que modula y esculpe los muros y capillas laterales.
Los cambios de época nunca se producen de la noche a la mañana, pero como en algún punto hay que poner el mojón, la elección de Brunelleschi parece tan acertada que no deberíamos de olvidarlo nunca.