miércoles, 22 de mayo de 2013

90. EL VATICANO



Un siglo después de la invención o del advenimiento del "artista" que vimos en la pequeña lección dedicada a Brunelleschi y Florencia, la Iglesia Católica se metió en una operación de relanzamiento de imagen como nunca ha sucedido en la historia. Ya no iba a ser toda una ciudad la que colectivamente levantase una catedral más. A la reconstrucción del Vaticano iban a ser llamados los mejores artistas. Y el mejor entre los mejores, Miguel Angel Buonarroti.


La apuesta por la ARQUITECTURA y por los nuevos artistas fue de tal calibre que a los Papas que querían cortar con la tumultuosa historia interna de los cismas precedentes no les importó cargarse la vieja iglesia paleocristiana de San Pedro fundada por los primeros martires de esta religión. La secuencia de la transformación puede apreciarse bastante bien en esos libritos de láminas semitransparentes que venden a los turistas.

Circo y basílica de Calígula y Nerón en el siglo I:


Ruina de ambas construcciones en el siglo III y sepulcros de mártires cristianos detrás:


Basílica de San Pedro comenzada a edificar por Constantino en el siglo IV:


Sustitución por el gran complejo arquitectónico construído en el siglo XVI:


El resultado de todo ello fue magnífico, incomparable.


El largo y complejo proceso de construcción de San Pedro del Vaticano no cabe en una pequeña lección ni en un capítulo de un libro de historia. Se mereceria toda una asignatura en cualquier programa de estudios de arquitectura.

Y en los estudios de decoración. Porque lo que nos interesa a nosotros como decoradores es entender cómo se puede controlar y humanizar en sus interiores el gigantismo de todo ese grandioso programa edificatorio.


Para ello deberíamos retroceder a otro artista y teórico del siglo anterior, Leon Bautista Alberti (1404-1472), y al programa espacial y decorativo de San Andrés de Mantua.


Pero eso también necesitaría del programa de toda una asignatura, y lo que se pretendía aquí era tan solo señalar que hubo un momento en la historia de la humanidad (momento que podemos situar en el siglo XVI) en que los poderosos Papas llamaron a los más grandes artistas de la arquitectura, la escultura, la pintura y la decoración, y que entre todos construyeron el más magnífico templo que imaginarse cabe a mayor gloria de Dios y de su Iglesia.