He escrito tantas cosas sobre este señor (¡hasta un libro!) que apuro me da dedicarle tan sólo unas líneas como presentación académica en estas "pequeñas lecciones", así que en el asunto de los datos os redirijo a la entrada de la wikipedia, que no está mal, y me voy a centrar en la reflexión sobre las paradojas y la importancia de lo que sucedió entre 1968 y 1980 en el mundo de la arquitectura y el medio ambiente.
En los años setenta conocimos a Alexander por sus críticas a la modernidad y por empezar a trabajar en la idea de que algún día los problemas de diseño, como si fuera complejos problemas matemáticos, podrían ser resueltos por los ordenadores. Pero Alexander recaló justamente en uno de los ojos del huracán de la contracultura, San Francisco, California, 1968, es decir, en uno de los puntos más calientes donde se dio todo ese movimiento "antisistema" que proponía volver a la naturaleza, ponerse flores en el pelo, el amor libre, y romper con lo establecido.
Curiosamente en esos años Alexander fue invitado como arquitecto a intervenir, contemplar o ayudar en un proceso justamente inverso, el de las invasiones que los pobres de la tierra estaban haciendo sobre las grandes ciudades latinoamericanas. Y fue allí donde al parecer descubrió que esas gentes venidas de la selva o el altiplano, a pesar de las durísimas condiciones en que lo hacían y en la precariedad de sus medios, sabían construir sus casas y calles mucho mejor (con mucha más vida y belleza) que lo que les podía ofrecer la arquitectura de los arquitectos o el urbanismo de los urbanistas. Descubrió que esa gente tenía algo así como un lenguaje interiorizado para construir que nosotros, hijos de la razón, habíamos perdido.
Fruto de esa paradoja histórica, Alexander se dedicó a redactar una teoría en forma de libro, EL MODO INTEMPORAL DE CONSTRUIR, y un método para recuperar colectivamente ese lenguaje perdido, UN LENGUAJE DE PATRONES, que vieron la luz hacia 1980.
Los libros fueron publicados y llegaron a todos los rincones del mundo pero tal y como sucedió con todo aquel movimiento contracultural, pasaron a las estanterías de la historia como un dato o una anécdota más, y el imparable avance del sistema de crecimiento de producción y consumo siguió su camino, animado aún más si cabe, por la caída de las ideas totalitarias del mundo comunista (1989).
Llegados al final de la primera década del siglo XX, y con una nueva crisis del sistema nacida seguramente de los excesos productivos/consumistas/crediticios en torno al cambio de siglo, daba la sensación de que la gente volvía a tomar la calle (movimiento 15M) para indignarse ante la maquinaria político económica que nos ha empezado a zarandear sin sentido. El problema, sin embargo, es que no se oyen voces como las del sesenta y ocho, llamando al retorno a la naturaleza, a la sencillez, al amor, a la verdadera economía, sino que más bien parece que toda esa gente indignada está preocupada por no verse fuera del pastel.
Con toda la construcción parada y con las ciudades embrutecidas por un crecimiento dirigido desde los mecanismos de producción y consumo, nunca ha habido mejor momento para leer, entender o desarrollar los pensamientos de Alexander.
Felices vacaciones y hasta el curso que viene.