En la bliblioteca de la Escuela encontré hace años un libro titulado ESTILO Y DECORACION INTERNACIONAL editado en 1976 por la prestigiosa editorial Gustavo Gili que tenía cientos de fotografías del tipo de las dos que encabezan esta pequeña lección. Escandalizado por la imagen que daba de la disciplina de la decoración me lo llevé al armario de mi clase y lo encerré con llave. Pero el problema no estaba resuelto: en realidad debería de haberme llevado y encerrado también el noventa y nueve por ciento de los libros sobre decoración que había y todas las revistas del ramo, porque las fotos y textos que contienen no hacen sino contribuir a la gran ceremonia de la confusión sobre estilos de ambientes y objetos en que nos vemos sumidos desde hace décadas, una confusión o un eclecticismo que nos exige profundizar una vez más en la historia de la decoración y en el punto en que estamos.
Admitimos que a diferencia de la arquitectura, la decoración es moda y expresión más o menos efímera de cada usuario o de cada momento histórico, pero de ahí a convertirse en capricho individual, subjetivo y acrítico va un largo trecho. No todo cabe. No todo puede valer. Cuando se fundó la Real Academia de Bellas Artes de Francia el primer tema de debate de los sesudos académicos fue tratar de definir el "buen gusto" es decir, los principios que deberían de regir a la hora de juzgar todo lo relacionado con la creatividad humana. Diferenciar el buen gusto del malo, lo bello de lo chabacano. Difícil tarea para los académicos si no contaran con un poder absoluto en la monarquía de Versalles que la mayor parte de las veces tomaría sus decisiones por ellos: y es que el buen gusto ya era entonces el gusto de los de arriba, de los poderosos, de los que dominan al resto de la sociedad.
La revolución francesa que acabó en el imperio de Napoleón impuso un nuevo gusto, el así llamado "estilo imperio", creado por dos arquitectos, Percier y La Fontaine, para el nuevo emperador, pero una vez caído éste, durante el siglo XIX proliferaron todo tipo de "gustos" "estilos" o "modas" en función de los diferentes países de Europa y de sus desarrollos sociales creando una tremenda babelia que dio pie a esa furibunda reacción acaecida en el siglo XX después de la Primera Guerra Mundial que ya conocéis por la historia como "modernidad", el "no estilo" o "estilo internacional" y que arranca con textos como "Ornamento y Delito", la negación de la decoración en las soflamas de Le Corbusier o las propuestas blancas y puristas de la Bauhaus.
Cincuenta años después, hacia 1970, la modernidad entró en crisis y no sólo cultural -como en el el libro que mencionaba al comienzo de esta pequeña nota. El humorista francés Jacques Tati se había adelantado más de una década en la denuncia del modo moderno de hacer las cosas como comentamos en este mismo blog sobre su película MI TIO. ¿Qué ha pasado desde entonces hasta hoy? ¿Cuál ha sido el gusto, la moda o las tendencias triunfantes en decoración?
Complicadísimas preguntas que no pueden responderse en una pequeña lección de diseño y ante las que sólo pueden avanzarse hipótesis o interpretaciones algo aventuradas, como que... hemos vuelto a la confusión y eclectisimo de finales de siglo XIX pero multiplicado por mil, es decir, que aún peor. Y con un aparato crítico bajo mínimos. Con muchos medios de comunicación que mezclan las noticias con la propaganda y sin Reales Academias que fomenten debates como el del buen gusto. Sin ir más lejos esto es lo que veíamos recientemente en la feria de Valencia.:
Ponerse a ejercer la decoración profesional en nuestros días es un reto verdaderamente difícil. Titánico, podríamos decir. Porque quien quiera hacer una decoración digna, deberá siempre expresar la naturaleza de su tiempo, del momento en que esa decoración se produce. El decorador ha de ser sensible a todo lo que le rodea y crear con el material de su tiempo una sensibilidad, una tendencia, una moda, un gusto, que no sólo sea bien visto por la sociedad de su tiempo sino que deje huella de ese momento para el futuro. Ese es el reto muchachos... Así que... en buen lío os habéis metido... si es que queréis hacerlo bien de veras, claro.