La falta de perspectiva histórica o la continuidad entre el cine y la televisión como "industrias del entretenimiento" hacen que las jóvenes generaciones no se percaten de la diferencia simbólica entre una gran película y una película del montón metidas por igual en la parrilla de la programación diaria. Mientras tanto, los medios de comunicación, tan pagados de la publicidad, aunque dan pistas con sus calificaciones, siguen siendo poco de fiar. Son el boca a boca de la gente especializada o el consejo blog a blog que se va abriendo paso por entre las grietas de los sistemas dirigidos de comunicación lo que nos permite oír de vez en cuando expresiones como "películas de culto" para referirse a ciertas obras cinematográficas que por nada del mundo deberíamos dejar de ver. La pregunta que nos tenemos que hacer los profesionales de la educación es si no deberíamos asumir un poco más de responsabilidad en esa tarea.
EASY RIDER es una "película de culto" para todo aquel que quiera ilustrarse sobre la contracultura de los sesenta, sus formas y sus símbolos. Y para un estudiante de diseño, una tarea obligatoria, ...o troncal, como se diría en la actual jerga pedagógica. Yo la había visto un par de veces por mi cuenta, pero al verla con los alumnos se me han ensanchado las perspectivas hasta el punto de encontrar semejanzas entre esta road movie y aquella novela de caballerías española de comienzos del siglo XVII que, por supuesto, a todos los alumnos se les enseña en alguna asignatura del bachillerato.